Creció como todas las demás (IV)

Los demás la miraban y pensaban qué le pasará, sin saber que no le pasaba nada. Sin saber que ella lloraba lágrimas ácidas, y desconocía la mayoría de sus por qué.

Bailaba al ritmo de Complainte de la butte soñando que viviría en Italia, con todas sus macetas llenas de colillas y sus paredes de palabras que nunca se atrevió a decir. Miraba las velas y trataba de pensar en todas las personas que sentían fuego en sus adentros, como ella, cada vez que miraba a la luna pidiendo auxilio. Suplicaba alguna flor en su vida, un amor de verano con para siempre o con margaritas dibujadas con pintura acrílica, y agua salada.
Quería creer que algún día lo tendría todo.
Que nadie se había hecho zumo con su media naranja, o que ésta no estuviera perdida en una isla y ella no supiera las coordenadas. Le gustaba creer que ella era su heroína, y que encontraría al amor de su vida tocando el piano.

Entre cuatro paredes, no hacía más que soñar con una vida sencilla y un final simple. No quería un vivieron felices y comieron perdices, prefería alguna tempestad en medio del mar a un velero sin viento. Acostumbrada a un mar sin olas, anhelaba marearse de vez en cuando.
Pero nunca lo hacía.