en madrid también se ven las estrellas


Casi nueve meses después, siento que todo ha cambiado.
Me muevo por distintas mareas, distintas brisas y quizás hasta distintas olas. Me gusta pensar que siempre vuelvo a la misma playa, con la misma luna, las mismas rocas y la misma pareja paseando a su perro y preguntándome la hora. Sin embargo, sé que ya no es así. Ya no siento el agua de la misma manera.
La siento más, más viva, más fuerte.


Y es que en Madrid también se ven las estrellas. Por mucha contaminación, estrés y rutina que llenen estas calles, siempre he podido encontrar algún rayito de luz, de naturaleza, de cielo azul o incluso alguna mirada cruzada. He presenciado el agobio en mi piel; en mi mirada, el cansancio; en el temblor de mis manos. Sin embargo, hay tanto que he medio superado: la inocencia de no atreverse, el miedo a conseguir su mirada, su sonrisa o su llanto, la conformidad por incomformista.

dejar la manía de gastar
mi energía en lo provisional
quererme en plena soledad
completarme antes de pedir más

Me he encontrado con personas que jamás me habría imaginado encontrar y he perdido a otras que jamás habría imaginado perder. He llorado, mucho, y por primera vez de pura felicidad. Me he escondido en la multitud y he encontrado la paz en medio de la guerra. He aprendido a dejar las olas romperse en mí, por mí, sin mí. Y a saber aguantar la sal del mar en las heridas más pequeñas y escondidas.

perder el norte
y a su gente temporal
deberías hacer igual

La arena ya no es tan incómoda como antes. Echo de menos encontrarla en cualquier rincón, esperándome, pensando en la peor manera de hacerse oír; ahora no hago más que deshacerme de ella sin darme cuenta. Y sé que volverá, que me dolerá encontrarla de nuevo, dispuesta a hacerme rozaduras en la piel, pero también sé que volverá a ayudarme a superarla.

si preguntan de qué estoy intentando seguir
de la mejor manera que sé


Y tú, ¿qué sientes?
M.
un saludo para todos aquellos que estaréis pensando
cómo narices lo hago para rayarme tanto