Historias de fantasmas

Nunca pensé que fuera una historia. De hecho, han pasado meses y ni si quiera se me había ocurrido hasta hace dos días, que volví a recordar todos esos momentos que había intentado dejar atrás. 
Para poneros en situación, sólo diré que me ahogaba en sus ojos azules; pero, siempre conseguía salir a flote en apenas unas horas, sin que él se diese cuenta.

Como bien dije una vez, y sabiendo que ya no es tiempo de hablar en tercera persona porque todos sabemos que hablamos de nosotros mismos, si no arriesgas no ganas; y si no ganas, no sientes.
Quizás arriesgar habría sido injusto.

Después de muchas líneas a las dos de la mañana, de horas sin estudiar y muchas, muchas miradas, decidimos no decir nada. En concreto, decidí irme. Nunca me imaginé acorralada, y la presión pudo conmigo. Me imaginé cómoda y egoísta, y decidí que no quería volver a ser así. Que prefería verme de noche escribiendo a la luz de las velas mientras sonaba alguna canción de Ghost Stories.

Por supuesto, me arrepentí.
Pero hay veces en las que uno no puede resistir la tentación.

Ahora, sueño con la magia entre mis dedos: las sonrisas, los abrazos y las miradas. Y pienso en lo bonito que habría sido arriesgar, y en lo nefasto que habría sido perder (o perdernos). Pero siempre vuelvo a los días de color rosa y las puestas de sol escuchando una y otra vez Magic y las olas rompiéndose y yo rompiéndome con ellas. A ratos incluso me da la impresión de que todo sigue hacia adelante, de que no cometo ningún error al pensar que hice bien.

Sin embargo, la voz de Chris Martin siempre vuelve a mí.